martes, 28 de agosto de 2007

Reflexiones con melatonina alta


Muere Umbral, Grecia arde. Mañana de martes nada alentadora. Hay cosas sobre las que leo casi de forma histérica y no entiendo; la teoría de las supercuerdas que me ha intentado explicar Hawking como si fuera retrasado o a Nick Bostrom, que sostiene que vivimos en una realidad virtual simulada por un supercomputador construido por una sociedad más avanzada que la nuestra. Hoy me quedo con el principio antrópico -"El mundo es necesariamente como es porque hay seres humanos que se preguntan por qué es así"- y con mi reduccionismo basado en la Navaja de Occam ("No ha de presumirse la existencia de más cosas que las absolutamente necesarias"). Será porque esta noche he dormido en posición fetal pero Kant viene a mi mente para recordarme que hoy pase de la metafísica porque la realidad consiste sólo en una ordenación de los fenómenos sensibles por medio de las ideas y juicios a priori que les aplica el entendimiento. Y aunque estoy de acuerdo con el cientifismo desde hace tiempo, no creo que diferentes realidades se puedan estudiar (empíricamente, se entiende) con los mismos métodos, pero sí que hay que objetivizar toda causa. Esto, por tanto, descarta mi creencia en fenómenos paranormales tales como la ufología, la percepción extrasensorial, la astrología o el maldito triángulo de las Bermudas por carecer de base científica. Hoy voy a ser razonable. Eso no quiere decir que en mi próxima discusión con amigos cambie de bando y haga de abogado del diablo para crear polémica y hacer gritar a alguien mientras sostengo, impávido, mi vaso de whisky. No sé si estaréis de acuerdo conmigo hoy pero os diré algo: me gusta la música minimal como la que compone Gabriel Ananda.

martes, 21 de agosto de 2007

El verano y la muerte


Últimamente he estado en Biarritz, San Juan de Luz, San Sebastián, Santander, Pedreña, Valladolid, Valdepeñas, Ibiza y Formentera muy tranquilo, muy relajado, muy moreno. Supongo que deduciréis, queridos lectores que también estaba muy guapo. Es verdad, no lo niego. Cuando uno está relativamente contento y observa desde una perspectiva exterior como el fín último del Homo sapiens (aparte de lan función biológica, que es la reproducción) que es la búsqueda incesante de un estado de armonía con los demás y consigo mismo, se cumple razonablemente, uno se pone guapo. Y cito a Wikipedia: "Algunas teorías postulan que la felicidad es un estado permanente así como lo es la angustia, y depende de contestar los tres temas fundamentales del hombre de buena manera, éstos son: la relación con uno mismo, la relación con los demás y el tema de la muerte. Por otra parte la alegría y la tristeza son estados momentáneos que no tienen que ver con nuestro estado de felicidad final, es así como uno puede estar triste pero ser muy feliz, como sucede a menudo, o tener mucha angustia pero estar alegre porque nuestro equipo de fútbol ganó o me compré algo en el centro comercial." Si soy sincero la muerte no me asusta y soy mal jugador de ajedrez -¡Oh! Bergman, tu también te has ido con ella-. Así que cuando venga a mí la invitaré a danzar, borracho de alegría, para que me lleve hacia la oscuridad infinita pestañeando escasamente. Es entonces cuando explicaré con voz suave a esa Valquiria que la teoría de la felicidad cuantizada no es aplicable en mi caso y que me voy con la única tristeza de la precipitación por no despedirme y decir un adiós feliz a quien quiero y sigue viviendo.

Este verano recordé una vieja historia sobre una tribu amazónica y su visión del universo, contada por algún buen amigo. Dice así: un día los animales enfadaron al Sol y éste decidió irse y crear la noche con un inmenso manto oscuro que lo cubría para dejarles en la oscuridad. Entonces todos los manatíes, escarabajos y demás especies hicieron una torre en la que un colibrí (la más pequeña de las aves) inentaba llegar al enorme manto negro. Pero solo lograba dar picotazos porque estaba muy alto y se cansaba de volar. Esos picotazos sobre el manto son las estrellas, que son agujeros por los que sale la luz del Sol.