domingo, 2 de julio de 2006

Síndrome prevacacional


Me voy a Tarifa, a llenar mi cuerpo de arena de playa, vino blanco y melanomas. Si no me pica ninguna medusa (a las cuales soy sumamente alérgico) volveré en una semana con la piel tostada y medio loco, por el viento, ese viento de Levante que se llevará las ideas absurdas a lugares donde abundan muchachas con shorts y tacones de aguja en monterías. Luego trabajaré. Voy a diseñar la página web de la firma Yono Taola y tengo que pensar cómo estructurarla. Así que si no me infecto o me contagian volveré a esta cálida y agitada ciudad. Con lo del maldito carnet por puntos ese del demoño tendré que ir a velocidad de camión tosco, con el imperdonable sol manchego taladrando mi cabeza. Si vuelvo y no me he intoxicado con pescaíto putrefacto, trabajaré. Siempre he trabajado. Con diecinueve años monté mi primera empresa. Ahí sigue. Ahora soy freelance. Así que si no padezco tuberculosis o lepra pretendo volver, si. Eso en el caso de que no me acuchillen una tarde. He decidido dejar "Ulysses" en casa y me llevo "El lobo estapario" de Hesse y algo de Auster, algo menos voluminosos. Haré fotos a las gentes, me bañaré en la bañera del hotel antes de aplicarle antisépticos, me bañaré en el mar, comeré cerdo y beberé vino, bailaré sobre la cama y no dormiré la siesta, veré cometas de tela y estrellas de Helio, acariciaré perros y gatos no, masticaré aire entre arena fina. Si no me suicido, volveré, en serio. Los de la foto son Cristina e Iván, amigos de Boston (ayer Iván hizo una fiesta y fui).

"Teatro Mágico –sólo para locos-. La entrada cuesta la razón."
(Extracto de "El lobo estepario", de Herman Hesse)

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