miércoles, 28 de junio de 2006

Crónica de una noche anunciada


Mientras perdíamos el Mundial por fin, me estaba tomando una copa de whisky, después de un bloody mary en Rosales 20, un lugar apacible. Antes de todo eso me tome unas chuches. Vi el esperpéntico espectáculo en la casa de mi amigo Gon, en La Latina. Luego me fui por ahí a que me invitaran a copas; Birra Club, la terraza de Gatsby, Joy Eslava, casas de amigos, etc, etc, etc. Llegué tarde a casa, sí. Fue una noche en la que los borrachos con camisetas rojas, que producen en mi la idéntica y desagradable sensación de ver una rata transmisora de la rabia abierta en canal, vagaban desalentados por las calles madrileñas bajo mi mirada vidriosa. Ya nada me sorprende. Ni siquiera ser consciente de que un país como España se une por algo tan trivial como ver dar patadas a una pelotita. Hay veces que me siento pelota. Una maltratadísima pelota de cuero viejo que se disputan diversos seres humanos y quieren introducirla en un sitio a base de inconstantes patadas. Ella sólo quiere descansar en una zona chill-out para pelotas. Lo peor del caso es que la tocan con los pies. Eso es horrible. Ayer soñé con la cara oculta de la luna y con fanatismo, con hinchas rojos y amarillos, con zapatos Church's rojos y amarillos y con Belcebú en las puertas del Averno rojo, esperándome mientras fuma porros en chanclas amarillas. Me voy a reeler a Ortega y Gasset y a consumir Ibuprofeno. La de la foto es mi amiga americana Kate Swistak.

How I wish, how I wish you were here.
We're just two lost souls swimming in a fish bowl, year after year,
running over the same old ground.
What have we found?

The same old fears, wish you were here.
(Extracto de la canción de Pink Floyd "wish you were here")

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