martes, 20 de junio de 2006

Londres, esa ciudad

Mientras escucho lo último de Cat Power en el nuevo iMac Intel Core Duo que me traje de Boston pienso en como demoños (no demonios, no), he vuelto de Londres. Mi amigo Padilla, al que suelo llamar rata infecta de forma absolutamente afectiva, me recomendó volar con Aerolineas Argentinas. Y así fue. El resultado ha sido una crisis nerviosa y siete horas de retraso en el aeropuerto de Gatwick (recuerdo que una amiga dice "I used to dress to impress in the Gatwick Express). A la tercera vez que el panel de vuelos retrasó el nuestro, 160 pasajeros nos unimos en contra de la compañía, que se limitó a darnos 10 libras para chuches y agua carísima. Vimos el partido de España en una pantalla del aeropuerto. Ganamos y eso pero yo estaba desquiciado. No me gustan las situaciones absurdas como esa. Supongo que mañana iré a sus oficinas, presentaré una queja y quedaré atrapado en terribles trámites burocráticos hasta mi muerte. Así es. El caso es que la situación (estar sólo con un libro de Henry Miller bastante lascivo en un aeropuerto vacío y limpísimo) me dio la oportunidad para estudiar el comportamiento humano bajo estado de presión. Observé vouyerísticamente a mis compañeros de viaje y he aquí lo que encontré:
Pareja de gays (mi padrastro los llama "bujarrones", al estilo de Quevedo): bastante agradables callados. Deberían ser megáfonos en una futura reencarnación. El negro predominaba en sus ropajes modernos. Mucho perfume de Dolce & Gabanna. El dominante, con un rapado cráneo cerúleo, adoptaba poses tensas y estereotipadas mientras hablaba entrecortadamente con los responsables de la compañía apoyado en el mostrador, cuya función era crear una barrera física ante posibles ataques.
Responsables de Aerolíneas Argentinas: un gay, una embarazada y una apática. El gay tenía la inteligencia de un tocino. La embarazada, en avanzado estado de gestación, me entretuvo porque me imaginaba al feto dentro de la tripa deformada. Le recomendé que no se sometiera a los cursillos de lenguaje explícito que llegaban desde el otro lado de la barrera. Se fue al rato y fue substituída por una joven imberbe, pero con el pelo sumamente lacio y grasiento, que produce más o menos el mismo desagradable efecto de dejadez. La apática era muy apática. Parecían malditos corderos degollados todos juntos. Al final decidí que me daban mucha lástima, no así al resto de la tripulación.
Madre e hija posiblemente pertenecientes a la alta nobleza: con muchísima educación pidieron, si fuera posible, de verdad, que los responsables de la catástrofe "sin precedentes" "se fueran a la mierda" y que, en la medida de las posibilidades existentes les proporcionaran otro vuelo o que de lo contrario se "hundieran en heces fecales".
Tenista exitoso: con nueve raquetas y en pantalones cortos. Parecía recién llegado de Wimbledon. Estaba mandando mensajes de texto con una peridicidad milimétrica; cada tres minutos. Bajo su gorra se escondía una mirada imperturbable, propia de un hombre poco curioso. Es de los que se concentran ante todo. Todo requiere concentración y autocontrol, es cierto. Estaba moreno y diría que era de Caños de Meca.
Pareja de gays, pero mayores: supongo que eran artistas fracasados porque vestían bien. Los dos blandían en las manos sendas gafas de leer, pero sin libros a la vista. Bebían agua en exceso y siempre que me acercaba al cuarto de baño estaban ahí lavándose las manos en lavabos separados. Es un ritual, seguro. Tan seguro como que leen a Terenci Moix de forma compulsiva.
Una pareja filipina con bebé diminuto: los más adorables. Invariablemente comían galletas en Starbucks y reían sin parar.
Compañía de danza argentina al completo: los 16 miembros estaban locos. Sé que eran dieciséis porque perdieron todos su conexión en Madrid con Buenos Aires y les dieron comida y hotel gratis. Dieciséis es la palabra que más escuché en mi estancia aeroportuaria; "entonces... ¿Cuántos son? - somos dieciséis". Un suplicio. Eran sumamente hiperactivos y no me dejaban leer en paz. Canturreaban, reían, lloraban, suplicaban, bebían, se besaban, blasfemaban, saltaban, hacían pís, comían mucho, paseaban, murmuraban, se excitaban, etc, etc, etc. Luego, ya en el avión, se tocaban los pies descalzos como lunáticos mientras hablaban de fútbol y de no sé qué críticas negativas hacia su reciente obra.
Familia inglesa: no creo que vuelvan a España más. Encima llegamos y llueve (en Londres he disfrutado de espléndidos días soleados). Eran estatuas griegas, pero por el color marmóleo de su tez.
Niñas madrileñas: ataviadas con ropa de Amancio Ortega y un maldito puesto de collares en cada brazo. Unas murmuradoras y posiblemente unas alborotadoras. Guapas de cara, pero insulsas. Listas, pero con el culo zumbón. Muchos huevos benedict de deasayuno, ¿eh chicas?
Ejecutivo sin prisas: con su laptop y el wireless de T-Mobile del aeropuerto ya era feliz. Seguramente con prometida porque había comprado la mitad de la tienda Harrods. A una esposa se le compran otras cosas como crema batida, una bata fea o Orfidal.
Pareja de paletos españoles: paletos porque lo eran, leche. Camiseta de paleto, zapatos de paleto, pelo de paleto, acento de belcebú, calcetines de Mefistófeles, gafas de hijo de puta.
Mujer solitaria y misteriosa: tan solo la oí decir esto; "Puta mierda". Llevaba un libro de Danielle Steel, pero se lo perdono. Soy indulgente con las antiestéticas. El caso es que portaba una mochila militar repleta de recuerdos, y cuando se le acabó la batería del iPod se puso nerviosísima a morderse las uñas, pintadas de rojo apagado.
Japonés bajito: que es como decir sueco rubio, ya lo sé. Pero este era demasiado bajo, en serio. Casi no llegaba al mostrador de madera y su voz quedaba olvidada entre el tumulto. Su insistencia tuvo recompensa y fue el primero en recibir un bono de comida. Es un ejemplo del poder nipón. Persistencia, trabajo, autoridad, seriedad, amenazas, gloria.
Mujer joven divorciada con dos hijas producto de su cuarto matrimonio: llevaba coletas y comida, que iba racionando escrupulosamente a sus angelicales hijas. Ellas, entre bostezos, sólo querían que mamá las hiciera caso, pero mamá hacía que leía una revista donde anuncian cosméticos a base de caviar.
Hombre triste de edad indefinida: daba vueltas y compraba objetos inservibles en las tiendas adyacentes. No encontró la farmacia y había olvidado el Prozac en casa. Yo quería ser su amigo porque parecía interesante pero no hubo forma.
Mujer histérica: o imbécil. Gritaba a la mujer embarazada del mostrador y eso me sentó bastante mal. Imperdonable y soez. Quería su dinero del billete. ¿Es que no ha leído a los existencialistas? Me hubiera encantado invitarla a un cafelito con Valium 20.
Hombre nefasto: un hombre con gorra de mamón y acento cockney que me empujó para coger un papel de reclamaciones. Le odio y deseo que sea empujado de manera inconstante el resto de sus días. Esto sería así: una máquina de dar empujones que cada x tiempo cambiara el tiempo inter-empujón. Eso, según parece, vuelve loco.
Bueno pues un vuelo que salía a las 17.35 (el AR1127) llegó a Barajas a las 3.30. Es hasta poético, en caso de que te guste Duchamp. Taxi y a casa. De Londres buenos recuerdos porque es una ciudad preciosa que irradia poder magnético. Quiero aprehender de Londres, sí. Estuve en muchos sitios. Un paseo por Richmond, otra visita a la Tate Gallery, vodkas con tónicas en Cuckoo Club, bailando en el 1001 Cafe, comprando en mi querida Kingsroad de Chelsea, comiendo productos orgánicos en The White Swan , jugando en Hyde Park, riendo en Covent Garden, viendo exposiciones de fotos en Brick Lane cerca de Whitechapel, donde antaño Jack el destripador cometía sus hazañas, evitando los turistas españoles de Trafalgar Square que no saben que es un monumento a Nelson por una batalla que ganó a la flota franco-española. Turistas con muchas cámaras de fotos y bocadillos asquerosos. En fin, una maravilla. Siempre es bueno visitar viejos amigos que viven en la isla. Os dejo con un link de Triumph-The comic insult dog. Me muero de la risa.


Palo y sus recuerdos de Madrid

Pegatina de la GumBall

Brunch en Richmond

Barca con ave sobre el Támesis

Un colchón precioso

La playa por la noche

Playa improvisada en Brick Lane

Sitio de comida orgánica

Street-soocer en Brick Lane

Nuestro vehículo

En moto por Londres

Tara y su círculo efímero

La paz antes de la tormenta

1 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

simplemente un genio, alguien que te conoce poco pero bien

5:55 a. m.  

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