sábado, 1 de julio de 2006

Objetos de baja densidad


La primera vez que leí el Ulysses de James Joyce no fue porque mi hermana María viviera cerca de Shakespeare & Co, donde se publicó por primera vez, ni porque el actual dueño, George Whitman, era amigo de Henry Miller y nació en Salem, cerca de mi universidad. Tampoco porque Sylvia Beach se negó a vender a un oficial nazi una copia de Finnegans wake tiempo atrás, ni porque esté considerado el libro mejor escrito en lengua inglesa del siglo XX. De hecho, yo ni sabía eso todavía. Me leí las 1000 páginas tumbado en mis diarios baños de agua caliente porque era un libro enorme y estaba aburrido por entonces. Lo estoy releyendo en inglés, pero no estoy aburrido. Ahora, cada vez que me doy un baño, que es todos los días ya sea verano o invierno desde que era un bebé gordo, leo rodeado de diversos objetos flotantes como botes de champú Isdin o geles Vichy. Me hacen compañía y no son molestos porque no hablan. Al chocar contra mis piernas sé que están ahí, inertes pero en movimiento. Ellos no saben nada de Joyce ni de aquel 16 de Junio de 1904 en que transcurre la acción, pero yo sé que existen y, de algún modo, forman parte de la novela. El de la foto soy yo reflejado en el espejo de mi cuarto de baño en Madrid.

Enjoy a bath now: clean trough of water, cool enamel, the gentle tepid stream. This is my body.
(Extracto del capítulo 5 "Los comedores de loto" de "Ulysses" de James Joyce, cuando Leopold Bloom piensa en un baño turco)

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio